martes, 2 de diciembre de 2008

El festival de trompo en la localidad de Usme.

Por Alexander Ramírez Castro.


Usme es una de las localidades donde la demanda cultural se hace más visible, dinámica y rica en actividades y procesos que se mantienen vivos. Por ser esta localidad de estratos I y II únicamente, buena parte del paquete presupuestal destinado a la cultura se invierte en esta localidad. Cine clubes, grupos de break dance, tango, revistas culturales, grupos de minorías étnicas se hacen presentes. Muchas de estas actividades no nacen de una iniciativa cuyo fin sea el lucro o los proyectos institucionales, sino que parten de una necesidad individual o colectiva cuyo fin es crear redes en una comunidad, el afianzamiento de los imaginarios, el rescate de las tradiciones y el enriquecimiento estético del lugar en que se habita. Este es el caso de una práctica cultural muy importante para los usmeños, ya que ha permanecido por dieciocho años y aún sigue vigente. Se trata no solo de una práctica, recoge costumbres, un evento anual y un producto de exhibición. Un personaje, del que hablaremos más adelante, es el encargado de llevar a cabo el sueño de convertir el trompo en una forma de vida. Esta actividad, como muchas otras en la localidad, necesita hacerse visible, ya que muchos factores que la hacen desaparecer es la falta de conocimiento de su existencia. El presente texto pretende recuperar esa memoria y reivindicar una actividad que tal vez, ha sido más reconocida a nivel regional que local.
El festival de trompo nació en el año de 1989, de la mano de Oscar Cortés, un odontólogo, que según los habitantes de la localidad, era el único en esa época. Don Oscar dio sus primeros pasos como promotor cultural formando una escuela de futbol, financiada de su propia mano, luego impulsó otras actividades deportivas tradicionales como el cucunubá, la coca y el trompo; gracias a esta escuela de futbol, muchos jugadores surgidos de allí fueron financiados por la alcaldía. Oscar abandonó su profesión como odontólogo y se dedicó a la gestión cultural; realizaba proyectos que luego eran aprobados y financiados por la alcaldía, así fue como representó a Usme en distintas regiones del país.
El evento consiste en lo siguiente: cada año en el barrio la Andrea, se cierra una cuadra, se traen trompos de muchas clases, desde los más grandes (que llegan a medir cincuenta centímetros de alto), hasta los más pequeños (que giran en la punta de una uña), los participantes en el evento colocan una serie de tornos donde elaboran los trompos para deleite de los espectadores, los pintan detalladamente y se venden al público. Hay una parte destinada a la muestra de la práctica del trompo como tal. Oscar invita a diferentes exponentes de Bogotá, que hacen rodar los trompos elaborados dentro de la misma exhibición. Todo trompo, por desmesurado o mínimo que parezca, es lanzado y funciona a la perfección. Los niños, jóvenes y adultos participan en las exhibiciones, que tienen algo de circense; nadie lo puede creer cuando don Oscar lanza el trompo gigante y rueda.
Este evento no muere con la muestra: A lo largo del año don Oscar capacita a niños y ancianos en el arte del trompo; en el parque del ocho los niños se ponen una cita para “ver si hay taller” así el legado no se queda en los viejos dinosaurios de la localidad, los trucos y la magia quedan en las manos de los niños.

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